La revolución de la sostenibilidad en el mundo de la moda, en su esfuerzo por hacerla circular, suma nuevos adeptos. Las marcas de ropa Burberry, Gap, H&M, HSBC, NIKE y Stella McCartney han unido sus fuerzas en la iniciativa “Make Fashion Circular”, que se dio a conocer en la cumbre de moda celebrada en Copenhague.
El anuncio se produjo por parte de la Fundación Ellen MacArthur, centrada en rediseñar las industrias hacia una economía circular y que ahora acoge la iniciativa de estas empresas de moda. La idea es que las marcas líderes en el sector textil propongan juntas diferentes soluciones para satisfacer las “cambiantes exigencias y expectativas de la sociedad” y que aborden los problemas que han hecho de esta industria “una de las más contaminantes y generadoras de residuos en la actualidad”, critica la Fundación.
La alta huella ambiental de la industria de la moda, considerada la segunda más “sucia” sólo por detrás de las petroleras, se debe a la emisión de gases de efecto invernadero en la confección de las prendas, la deslocalización de los procesos de producción, la contaminación de ríos y otros ecosistemas por el tintado de los tejidos o la generación de residuos por la obsolescencia programada psicológica (cuando un artículo se considera “pasado de moda” y pierde por ello su valor), entre otros muchos factores.
El sector textil es el más contaminante después del petróleo
El informe A New Textiles Economy: Redesigning Fashion’s Future (Una nueva economía textil: Rediseñando el futuro de la moda), realizado por la fundación Ellen MacArthur a finales del año pasado, señala que esta industria es, además de contaminante, muy “derrochadora”. Calcula que la infrautilización de la ropa y la falta de reciclaje en el sector acarrea una pérdida por el valor de más de 500.000 millones de dólares al año. La crítica principal radica en el modelo lineal “producir-usar-tirar”, todavía predominante, que da lugar al concepto de “moda rápida”, una industria que cada año genera 1.200 millones de toneladas de emisiones de efecto invernadero, entre otros impactos.
Este informe indica que “Se extraen altos volúmenes de recursos no renovables para producir prendas de ropa que a menudo se usan sólo durante cortos periodos, después de los cuales buena parte de los materiales se pierden: ya sea en vertederos o en incineradoras”, El documento también lamenta el uso dañino de sustancias químicas nocivas para el medio ambiente. Asegura que el cultivo de algodón para la industria usa el 2,5 % de la tierra arable del mundo, pero “comporta el 16 % del uso de pesticidas y el 50 % en el caso de la India”.
Demasiada agua en la producción de ropa
La producción textil tiene también un elevado consumo de agua, “a menudo en áreas de escasez hídrica”, puntualiza el estudio. Usa en torno a 93.000 millones de metros cúbicos de agua, lo que supone el 4% del total de agua dulce que se extrae a nivel global. “La ropa representa más de dos tercios de este uso del agua”, indica. En la actualidad, muchos de los países productores de algodón están en situación de alto estrés hídrico, como es el caso de China, India, Pakistán y Turquía. Más allá de la producción, sólo el lavado de la ropa en máquinas requiere una cifra anual estimada de 20.000 millones de metros cúbicos de agua.
El documento incide asimismo en el desperdicio: “más de la mitad de la moda rápida que se produce es desechada en menos de un año”. Es un sistema lineal – agrega el informe- que “desaprovecha oportunidades económicas, ejerce presión sobre los recursos, contamina y degrada los ecosistemas, y crea un impacto social significativo a escala local, regional y global”.
Ropa sostenible que dure más
Por ello, las empresas del textil, en colaboración con las administraciones públicas locales, los productores de moda y los diseñadores, han apostado por adoptar criterios de sostenibilidad para transformar el sector. La propuesta pasa por introducir más modelos de negocio que prolonguen el uso de las prendas, promover el uso de materiales “seguros” y renovables y aplicar soluciones para convertir prendas usadas en nuevas prendas.
La tendencia de “slow fashion” en España ha dado lugar a la proliferación de marcas como Ecoalf, que contribuye además a limpiar los océanos de basuras para producir su ropa hecha de materiales reciclados, o Lifegist, que defiende la moda ecológica y atemporal, con prendas que “no desaparecen temporada tras temporada”.
Fuente: Economía Circular Verde