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«El mundo acaba de cambiar radicalmente y todos tratamos de adaptarnos. Los dinosaurios y el hombre, dos especies separadas por 65 millones de años, se encuentran de repente conviviendo. ¿Cómo saber lo que nos espera?». El paleontólogo Alan Grant trata de encontrar palabras al abrumador hallazgo científico que acaba de presenciar. Es una escena de la mítica Parque Jurásico, cinta de Steven Spielberg (basada en una novela de Michael Crichton) que presenta un mundo, efectivamente, demasiado nuevo para asumirlo en pocos minutos. Hace ya más de una semana en buena parte del planeta se ha decretado el estado de alarma por un nuevo habitante, el Covid-19, más conocido como coronavirus, que ha alterado toda la vida cotidiana y relegado a millones de personas a sus casas. Pero, ¿puede salir algo bueno de todo esto para la especie humana?

«Esta situación de confinamiento puede ayudarnos a descansar del ritmo de vida frenético y de las continuas actividades sociales que a menudo mantenemos más por costumbre que por necesidad. El silencio forzado que se ha generado en las calles y en nuestra cotidianidad nos ofrece una oportunidad para empezar a conectar con nuestras verdaderas necesidades corporales y psicológicas y parar el modo automático que nos imponemos para seguir con las demandas diarias», explica la psicoterapeuta Inés Bárcenas. Efectivamente, la cuarentena no sólo ha disparado la oferta de películas, series, libros y hasta paseos virtuales por museos, sino que también corren por la Red recetarios para no sucumbir al desgaste mental de tamaña alteración de la vida social y laboral.

Multitud de profesionales están ofreciendo su ayuda vía telemática para sosegar a todo tipo de personas, especialmente a aquellas que ya estaban aquejadas de problemas de ansiedad o depresión. La terapeuta Rocío Lacasa es una de ellos. Ya ofrecía un consejo diario por correo electrónico para afrontar este tipo de dolencias, pero con el estallido de la pandemia lo ha adaptado a la nueva situación. «Se está diciendo continuamente que no tengamos miedo. Pero estos días el miedo nos está ayudando especialmente. De hecho, lo desatendimos, y no se tomaron las medidas preventivas a tiempo. Sentir miedo es normal, sano y necesario en este tipo de crisis. No trates de controlarlo. Tampoco te culpes por sentirlo. En cambio, podemos hacer que nos ayude, que nos proteja, y sobre todo que no se convierta en una ansiedad que paraliza, desgasta y bloquea. ¿Qué es el miedo al fin y al cabo? Un sistema de alerta que nos permite enfrentarnos a peligros reales, a través de un nivel superior de concentración y rendimiento físico. El problema surge cuando el miedo se convierte en ansiedad. Cuando se teme lo que no hay por qué temer. […] Es importante que honremos al miedo en estos días de amenaza. Porque nos está protegiendo y ayudando a despertar ciertos recursos psicológicos como el coraje y la solidaridad. Pero casi más importante es aprender los malentendidos sobre la ansiedad y cómo evitarla», explica Lacasa en un reciente correo.

Una cuestión cultural

Cada país tiene un sustrato cultural y anímico propio que le hace abordar la pandemia de modo diferente. En España, por ejemplo, parecía haber ya cierto cuadro esquizoide antes de esta crisis: pese a su fama de país amable, con calidad de vida, buen tiempo y tendencia a la fiesta, los datos de instituciones internacionales y españolas llevan años indicando que España está en los primeros puestos de Europa y entre los diez primeros del mundo en el consumo de antidepresivos y ansiolíticos. Por lo tanto, ¿qué cabe esperar de la salud mental española en esta pandemia? «Somos una cultura colectiva y la mayoría de los españoles estamos acostumbrados a vivir más fuera que dentro de nuestras casas, sobre todo cuando llega el buen tiempo», recuerda Inés Bárcenas. «Si bien es cierto que, por nuestra naturaleza de apertura social, esta cuarentena puede generar reacciones psicológicas intensas ante el confinamiento, creo que nos vamos a asombrar de lo rápido que nos adaptamos a la situación. La inventiva, la cooperación y la capacidad de adaptación nos caracteriza como raza humana», añade.

Bárcenas anima a adoptar la situación con un pie en el realismo y otro en el optimismo: «Ciertamente, vamos a estar expuestos a un aislamiento semejante al que desarrollan las personas con depresión. Cuando alguien se deprime, pierde el interés por el contacto social, aumentando sus horas de sueño y desarrollando más actividades en solitario. Numerosos científicos apuntan a que esta tendencia al aislamiento propia de las personas con depresión puede verse motivada inconscientemente por una necesidad de reflexión profunda acerca de lo que les está generando sufrimiento en la vida. Esta tendencia, aparentemente insana a los ojos de la sociedad, puede ser en potencia una vía para el cambio. En definitiva, cortar vínculos y generar introspección durante un periodo concreto de tiempo puede permitirnos descubrir el camino hacia una vida más coherente y plena».

Fuente: Expansión